Coger prestados libros, películas y otros medios audiovisuales o usar los propios, aprender nuevos idiomas, descubrir talentos, experimentar la unión y la historia en directo: la Biblioteca Social Salaborsa muestra cómo funciona, en la actualidad, la biblioteca como lugar de conocimiento abierto a todo el mundo.
Es martes, son las 13:45. Se preparan los últimos detalles, los trabajadores acuden a sus puestos. Y así pasan los últimos minutos de tranquila tensión. A las 14 en punto se abre la puerta de la entrada y una masa de visitantes huye del calor del medio día hacia el fresco edificio. Las escaleras se llenan y, por un momento, el repentino gentío recuerda a un hormiguero. Jóvenes y mayores, parejas y familias se apresuran para entrar y asegurarse el mejor sitio. Esta escena no sonaría inusual si se tratara de un concierto de pop. Sin embargo, ¡estamos en una biblioteca!
«Me encanta venir aquí para coger inspiración. Además de los numerosos libros y películas que se pueden tomar prestados, también me encuentro con mis amigos. Y, cuando tiene que ser, también puedo aprender con otros del grupo aquí.»
Después de 20 minutos, el alboroto del principio desaparece y reina el típico silencio de las bibliotecas; casi todos los lugares de trabajo están ocupados. Los visitantes deambulan entre las alineadas estanterías que cuentan con más de 220.000 libros, se lee en las zonas de asiento y, en las mesas grandes, señores mayores estudian periódicos diarios de todo el mundo y revistas internacionales. Roberto, de Roma, se ha puesto cómodo en una silla. El cincuentañero está aquí para visitar a su hijo, que estudia en la Universidad de Bolonia. Para alguien como Roberto, que ha trabajado como bibliotecario, es obligatorio pasar una tarde en Salaborsa cada vez que viene «por su ambiente especial», como él dice. «El concepto de la biblioteca funciona realmente bien, y creo que es genial que visitantes de la ciudad como yo podamos venir aquí a leer y a disfrutar de este ambiente especial.»