La señora mayor se sienta, inclinada, sobre sus labores. Con hábiles dedos, cose pequeños espejos en vistosos tejidos de algodón. Al final, se convertirá en un gran edredón que los turistas podrán comprar más tarde en un puesto de artesanía del campamento del Rann de Kutch.
Allí, donde la artesanía sigue siendo realmente un trabajo que se hace a mano, las mujeres se sientan juntas para realizar sus trabajos. Ensartan coloridos cuadrados de tela, los decoran con laboriosos bordados y brillantes aplicaciones de espejo. La habilidad es indispensable, al igual que un ojo entrenado y una mano calmada. Las jóvenes muchachas aprenden las técnicas tradicionales desde pequeñas. Lo que antes servía especialmente como joyas para la familia y el hogar, ahora ofrece a estas mujeres la oportunidad de ganar dinero. El auge del turismo atrae a lugareños y visitantes internacionales al Rann de Kutch.